Trípode

Suelo decir que la culpa de que yo tenga trípode que tengo la tiene mi hermano. Él quería un trípode nuevo, y me pidió que lo acompañase a Coruña (más bien que lo llevase en coche), a la famosa Fotos Artus. Hasta allí fuimos mi hermano, un amigo común y yo. Solamente uno quería comprar un trípode, pero salimos de la tienda con 3. Todo sea dicho, todos los que fuimos hasta allí sospechábamos que eso era lo que iba a pasar.

Lo que en un principio compré más o menos de «rebote,» se ha convertido en una de las mejores compras que he hecho este año. Ahora mismo ir a fotografiar sin un buen trípode conmigo es algo que me resulta incómodo, por decir algo. Siempre pienso que la foto me podría haber quedado mejor si tuviese un trípode.

Compré trípode y rótula de diferentes marcas. La rótula que escogí fue una que se la vi a mi amigo Marcos. Este es un punto importante en cuanto a rótulas, las hay de tantos tipos como colores, así que veta a una tienda, prueba varias y escoge la que más te guste.

La rótula en concreto es una Manfrotto 322RC, una rótula de bola que puede aguantar hasta 5 kg de peso, pesando ella unos 700 gramos. Es bastante sencilla de usar, con la única pega de que hay que hacer ciertos giros raros para poder poner la cámara en ciertos ángulos, aunque una vez acostumbrado, me salen de lo más natural.

Un detalle de esta rótula es que tiene un selector de dureza. Personalmente lo tengo puesto en el mínimo, con el peso habitual de mi cámara y lente es más que suficiente. Supongo que para equipos más pesados hará falta subir más este parámetro para que el movimiento siga siendo de lo más preciso posible.

En cuanto a trípode escogí un Giottos MT 9360, que según podéis ver en la foto es bastante versátil. Es un trípode de aluminio que pesa 2,3 kg y puede aguantar unos 8 kg de peso, más que suficiente para mis necesidades. La columna centra se puede separar y colocar en posición central. Viene con «calentadores,» no estoy seguro si se llaman así, que te permiten coger el trípode sin que tu mano grite de dolor cuando el metal del trípode está frío, algo muy habitual de noche y en invierno. A parte de eso, la goma del final de las patas se puede quitar y aparece un clavo para dar más firmeza a la sujeción en diversos terrenos y al mismo tiempo, las tres patas se pueden inclinar en diferentes ángulos, consiguiendo una altura mínima de 24 cm.

En la parte superior de la columna tiene un indicador de nivel, lo cual puede parecer un pelín inútil, pero os puedo asegurar que me está resultando esencial para cuando quiero hacer una serie de fotografías panorámicas y que queden lo más horizontal posible (esto gracias a la posibilidad de que la columna central puede girar independientemente del trípode 360 grados, algo que no permite mi rótula sin cambiar por error el encuadre).

Todo eso la parte bonita, ahora alguna que otra pega. No me gusta el sistema de retención de las patas, esa goma que gira puede llegar a ser muy falsa. Moviendo el trípode de un lado a otro, rozando un poco una puede hacer que se afloje y tu cámara termine en el suelo. Lo cual no hace mucha gracia. Para el próximo, seleccionaré un sistema más tradicional que me da más confianza.

Ahora mismo cada vez que leo en un libro de fotografía que recomiendan un sturdy tripod (sí, los libros de fotografía los suelo leer en inglés), a mí se me pone una sonrisa en la cara pensando en el mío.

Por supuesto, los trípodes los compramos por la mañana, por la tarde había que probarlos. En la siguiente foto tenéis a mi hermano con el suyo en Ponte Maceira (sí, es ese pequeñito que se ve sobre las rocas).