Después de la paliza del día anterior con las bicis, hoy tocaba algo más relajado. Los amigos de mi compañero de viaje querían visitar un par de pueblos a los alrededores de Amsterdam. Decidimos comprar un ticket de 10 euros que permitía a dos personas usar durante un día el servicio de autobuses todas las veces que quisiera. A las 10 de la mañana ya estábamos de camino a Edam.
Edam es un pueblo tranquilo compuesto básicamente de casas unifamiliares y muchas zonas verdes, ideal para vivir relajadamente. Estaban en fiestas cuando los visitamos, toda la ciudad adornada con banderas y figuritas representando la vida anterior del pueblo.
En el puesto de información turística decían que había un museo del queso. Realmente más que un museo era una tienda de quesos que mostraba los diversos utensilios que existen para su fabricación.
Se acercaba la hora de comer, así que toco coger el bus hacia nuestra siguiente parada Volendam. Nada más llegar nos encontramos con la oficina de turismo que al contrario de que en Edam, daban de regalo el mapa del pueblo. Nos fijamos que la zona del puerto venía marcada con una gran cantidad de restaurantes, y hacía allí nos fuimos a comer.
Voledam es un pueblo mucho más turístico, tiene un ferry que comunica con Marken y el puerto estaba lleno de tiendas de recuerdos. Una vez comidos toco el turno de ir hasta la fabrica de quesos de la ciudad, maravillándonos por el camino con el gran tamaño de las arañas que tienen en Holanda, no sé que les dan de comer por allí…
La fabrica de quesos quedaba mucho más lejos de lo que parecía en el mapa y al final nos quedamos a mitad de camino en un típico molino holandés. Este debía funcionar por un sistema híbrido, dado que además de las aspas de viento, tenía una pequeña presa de agua a uno de sus lados y un canal que pasaba por su centro.
Ya a media tarde nos dirigimos a Monnickendam, otro pueblo costero. Este viaje fue un pelín accidentado, dado que nos pasamos de la parada y tuvimos que dar media vuelta. Monnickendam no tenía mucho que ver, tenía pinta de ser una ciudad cama de Amsterdam, con un buen puerto lleno de embarcaciones de recreo privadas, muchas de ellas haciendo de casas.
Ya de vuelta en Amsterdam, se acercaba la hora cenar. Mientras los amigos de mi amigo de viaje se marchaban a su hotel para recoger las maletas y volverse para casa, nosotros empezamos a buscar un sitio donde comer. Al final tocó una comida ligera de menú de degustación en un restaurante indonesio de solamente 11 platos, para ir abriendo boca ;-).
Una vez bien cenados, y conscientes de que con todo eso en el estómago no íbamos a quedarnos dormidos en un rato, dimos un paseo disfrutando del ambiente nocturno de Amsterdam.
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