Por cierto, ya sé que esto debería ir en otro sitio, pero es que tengo que contarlo: el otro día en el metro un viejo pretendía que me levantara para dejarle sentar. ¿Se puede tener más jeta? Nadie obligaba a ese señor a coger el metro, haber ido en taxi, digo yo. Es más, el hombre este no había pedido mi opinión acerca de llegar a los ochenta años. ¿Por qué tenía que acarrear con las consecuencias de una decisión que yo no había tomado? Al fin y al cabo, Podría haberse suicidado antes de necesitar mi ayuda. Mi ayuda… Como si él hubiese hecho algo por mí en alguna ocasión. Ni siquiera le conocía; si le debiera dinero o algo, pues aún.
Texto completo: La Decadencia del Ingenio: El limón y otros temas de actualidad
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