Los últimos 3 días de Semana Santa me los pasé por Valladolid visitando a unos amigos, en un viaje organizado en el último segundo que la verdad, la ida fue un poco desastre, por diversos motivos.
Como decidí viajar el Jueves Santo, pues la posibilidad de ir en avión hasta Madrid y subir en tren hasta Valladolid se me hacía demasiado cara, así que decidí optar por pillar el tren hasta Palencia a la ida y el tren desde Medida del Campo a la vuelta -me daba un par de horas más en Valladolid y tiempo para comer tranquilamente. La idea de Medina del campo al final no fue posible, debido a que el tren ya estaba a tope -es el que hace la ruta Madrid Santiago. Así que tomé un billete de tren de Palencia a Santiago con la idea de comer un bocadillo en el tren el domingo.
El viernes marcho para Valladolid, dado que iba a pasar unas cuantas horas en tren pues me llevo libro para leer y una mochila con las mudas y algo de comer y beber para el camino. Antes de salir de casa se me engancha la mochila con la esquina de la puerta y se descose un poco por un lado, un agujerito sin mucha importancia, o eso pensaba yo.
Ya montando en el tren recibo por teléfono una mala noticia de carácter personal, que al final resultó ser un buen susto (eso espero). El tren se pone en marcha a las 9:00 de la mañana destino a Palencia. Cuando pasa el revisor a chequear los billetes de los cuatro gatos que estábamos en un tren en pleno viernes santo, nos informa que un mercancías descarriló y que en Monforte de Lemos tendríamos que hacer un trayecto del viaje en autobús.
Hasta ese momento el viaje fue tranquilo, llegamos a Monforte y nos subimos en dos autobuses. Donde nos dicen que nos van a llevar hasta Astorga. Algo que no entendí muy bien. ¿Por qué leñe no nos llevaron hasta la siguiente estación disponible? En vez de ir en bus parando cada dos por tres en estaciones para dejar la gente en su parada respectiva hasta llegar a Astorga.
Si el viaje en autobús añadió retraso a nuestro trayecto, este se incrementó ante una situación aun más irrealista. Justo cuando llegábamos a Astorga, uno de los dos autobuses se estropea en medio de la autovía. Por lo que el autobús en el que yo iba siguió hasta Astorga y después de descargarnos en la estación del tren, se dio media vuelta para ir por el resto de los pasajeros, entre ellos el maquinista del tren.
Con más de una hora de retraso salió nuestro tren de Astorga, que por cierto, olía fatal. En ese momento, cuando dejaba la mochila sobre uno de los stands encima del asiento para tal efecto, el agujerito pequeño crece hasta un tamaño preocupante. Vamos, que ya me estaba viendo yo pidiendo bolsas al resto de los pasajeros para poder llevar mis cosas. Por suerte, eso solamente quedó en un susto.
El resto de mis días en Valladolid pasaron sin más incidentes, tranquilos, y donde principalmente me dediqué a comer, cosas de las que ya hablaré en otro post. El viaje de regreso no tuvo muchos eventos. Curiosamente me senté al lado de un viejo amigo del instituto que hacía bastante tiempo que no veía. En este caso el tren iba lleno, lo cual hacía que el vagón fuese un poco más agobiante, básicamente que al vagón le costaba refrigerar con tanta gente dentro.
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